Locales
Esperamos ir incorporando a esta página, con su ayuda, información sobre los diferentes locales de diversión que tuvo Torremolinos.
El Copo, El Mañana, el club Montemar-El Remo, el bar Central, Zagora Palace, la sala de fiestas Lido, el Pedro´s, Lali Lali, El Oasis, pasando por tantos locales de nombre evocador: Joy, Tabú, la lujosa Boga-Boga, Caprice, Metro, Number One, la elegante sala de fiestas Los Violines, el muy in Long Play, Papillón/Butterfly, Pato-Pato, Le Barón, Kata Club, El Grotto, la discoteca Picasso y bares que aún perviven como El toro o The galloping major.
Locales que ya no existen
El más veterano fue El Copo (1953) abierto por Ignacio Barrionuevo España y Mamerto López-Tapia (padre del cineasta), e inaugurado por el cantante Bonet de San Pedro, y estaba ubicado en la avenida de Montemar.
Le siguió la sala de fiestas El Mañana propiedad de los hermanos Miguel y Paco Manoja: espectacular, al aire libre con un precioso jardín con arbustos, magnolias y rosales; tenía varias orquestas, espectáculos y dos pistas de baile. Ocupaba seiscientos metros cuadrados y fue inaugurada en 1954.
El elegante Club Montemar-El Remo, club de playa y sala de fiestas vinculado al parador de Montemar.
En 1959 abrió sus puertas la bonita Bodega Andaluza, en la plaza Costa del Sol; propiedad de Armando Mongelli, fue el primer tablao flamenco de Torremolinos. En sótano estuvo la discoteca Parrilla Kata Club, de Gerardo Mongelli, luego transformada en la discoteca Le Bilboquet.
La discoteca London Town fue montada por los responsables de la mítica The Elbow Room de Birmigham. En ella se grabaron escenas de la películas Días de viejo color de Pedro Olea, en concreto la escena con la canción El baile del bufón, de Los Relampagos.
A la entrada de Torremolinos, en los primeros 70´s, estuvo la discoteca Barbarela. Personaje femenino de cómic de Jean Claude Forest, Barbarella fue llevada al cine por Roger Vadim en 1968. La película encumbró a su protagonista, Jane Fonda, a la categoría de mito erótico y ha pasado a la historia del cine por su estética delirante y psicodélica entre futurista y sixties: naves espaciales tapizadas de pelo naranja, modelos marcianos de Paco Rabanne, botas y bikinis plateados y placeres galácticos. En Torremolinos, localidad siempre «a la última», se inauguró una discoteca bautizada, en honor a la película, con el nombre de «Barbarela». La discoteca explotaba también el delirio sesenta-espacial, tal que un platillo volante. En ella llegaron a actuar Athur Conley, autor de la canción «La tierra de las mil danzas», y Brian Auger and the Trinity. Cerró en 1972.
No lejos, aunque posterior en el tiempo, estuvo la discoteca Mach-One, un lugar muy moderno con público psicodélico y ye-yé. Tenía suelos metalizados, plataformas y podiums metálicos, la pista de baile estaba en una hondonada, y los asientos se distribuían en gradas alrededor. Tenía una discreta barra, mini-boutique y una cabina casi espacial para el disc-jockey. Las tarjetas de publicidad de la discoteca presentaban dibujos también muy psicodélicos: ojos, rayos. Posteriormente se convertiría en Bronx y hoy el local está cerrado. A su lado, el actual edificio de Hacienda, ocupa el lugar donde abrió por poco tiempo la discoteca Galaxy.
En el pasaje Pizarro se ubicaron Holanda Bar, el nórdico Moby Dick, decorado con grabados policromados, Los Rumberos, que exhibía fotografías de los clientes (una costumbre muy de Torremolinos); Franser bar. También varios bares en los que tocaban los grupos pop y ye-yés de la época: Top Twenty, El Grotto, y sobre todo el Top-ten. Tras cerrar el Top-ten su propietario, Tati Ojeda, montó el restaurante Chipén.
En la plaza de la Costa del Sol y sus aledaños estuvieron ubicados El Jockey-Club, situado en la esquina con calle San Miguel. El Scotch Club, cuyo manager era Steffano Capriatti (padre de la famosa tenista Jennifer Capriatti). La fugaz discoteca Le Barón. Y los sin duda más conocidos: el Bar Central de los hermanos Manoja. El Pedro´s, propiedad del norteamericano Peter Kent (ver el apartado de personajes de la Costa) y que aparece en numerosas novelas, bar que además tenía su propia discoteca («Le club»), solo para socios. Y el V.I.P; Según relata Antonio D. Olano en su libro, el interior del V.I.P. estaba abovedado, con vigas blancas, «y su gran ventanal abierto tenía vistas a la calle y por lo tanto, al carnaval que por ella desfila, constante, incesante, crecientemente. Los que se colocan en la barra son los clientes habituales… y suelen tener “su” botella de whisky y así, a la hora de invitar, piden: ‘De mi botella’. Sin olvidar, la macrodiscoteca Piper´s, propiedad de los luxemburgueses hermanos Tamellini y, sobre ella, El Refugio, de Diego Quiroga. En calle Antonio Girón estaba el Shakespeare bar, con música en directo a diario; era cantante habitual Susie Duffy (hija de los propietarios del Fat Black Pussy Cat) y una noche cantó Anthony Quinn.
En el pasaje Zacatín: la discoteca Bossanova.
En el pasaje Begoña: Mi bohío (con música sudamericana), Au rendez vous-dancing, The Duke of Wellington, Serafino; el dueño de Serafino era Serafín Ponte, también propietario de Franser, famoso por hacer, acompañado de un guitarrista, el ritmo de la batería con su caja registradora. También estaba, en un primer piso, la discoteca El Refugio frecuentada por camareros de los demás locales, night-club Whisky a Gogó, que se anunciaba como la mejor alta fidelidad de la Costa del Sol. También en este pasaje la cantante holandesa de jazz Pia Beck fue propietaria del club de jazz The Blue Note en los años sesenta; el piano de cola le servía de barra, en el pasaje Pizarro. Muy cerca estaban las salas de fiesta El Tabarín, con guapas chicas, y Le Fiacre, donde actuaron con frecuencia Juliette Greco y María Dolores Pradera.
Todos estos locales fueron posteriormente unidos para dar lugar a la macrodiscoteca Piper´s, propiedad de los luxemburgueses hermanos Tamellini, de estrecho acceso pero enormes dimensiones. Su público era muy joven y Olano nos describe sus indumentarias: “las camisas, los pantalones, están combinados de cualquier manera. Y cuanto más chillen sus colores o reluzcan las lentejuelas, mejor que mejor. Es para ellos el máximo de al elegancia una camisa con chorreras, a ser posible color morado nazareno. Los zapatos con altos tacones, desproporcionados, y el no va más es que lleven cadenetas, monedas y brillen al máximo.”
Junto a Piper’s estuvo uno de los primeros burguers, Wendy’s, local con cierto chic: decoración de madera, carteles de cine.
En la calle María Barrabino se abrieron varios bares y discotecas de entre lo más moderno de Torremolinos: Bar Beachcomber, Play Boy, Old Dutch, The Galloping Major, Eldorado, Shelagh´s y El Consulado. Ramón Cadena recuerda que, a las 5 de la madrugada, cuando ya habían cerrado los locales, aún estaba la calle llena de jóvenes charlando en los escalones ataviados con las modas más extravagantes de la época. Chicas con túnicas, chicos con trajes de terciopelo y descalzos. Camisas con chorreras. Múltiples collares y anchos cinturones de cuerdo con hevillas grandes, que llevaban tanto ellas como ellos. Chaquetones de ante sin mangas y con flecos, etcétera. Al final de la calle, con la plaza Costa del Sol, estaba La Bodega Andaluza, un tablao flamenco.
En el Beachcomber, cuyo propietario era John Bradley, la atracción musical era el pianista Don Carey. Al lado estaba el Play Boy, propiedad de un argentino, que plagiaba el nombre y el logotipo de esta marca; cuentan que el dueño de la verdadera cadena Play Boy pasó por Torremolinos en rolls-royce y quiso detenerse a verlo.
A la discoteca Eldorado, que da nombre a una novela de Fernando Sánchez-Dragó, acudían quienes querían divertirse y a la vez quedar bien con sus invitados. El local, con un público muy variado, estaba decorado como en el viejo Oeste. En verano habrían la terraza que era un jardín trasero. Frente a El Dorado estaba El Consulado, un bar al estilo del VIP.
El disco-bar Shelagh´s, estaba regentado por la aristócrata inglesa Shelagh Tennant, y en él se pinchaban las primeras canciones de The Beatles y también se hacía música en directo golpeando las botellas. Es el local hoy denominado Tina´s.
En la internacionalmente famosa calle San Miguel destacó la bodega Quitapenas tan frecuentado por los extranjeros; La cervecería Bier Keller, ubicada en un sótano y decorada con ladrillo, vigas de madera y falsas antorchas; y los bares La Tortuga, The Mayfair, y Betty´s Bar cuya propietaria era la inglesa Betty Pope -quien había sido novillera en los años treinta- y donde se podía oir buena música de jazz; Ava Gardner visitó el local. Y El Toro que es un bar que aún permanece abierto.
Y, en la cercana plaza de la Gamba Alegre, Harry´s Bar, propiedad de dos aficionados a los sanfermines y a las corridas de toros, Harry Hubert y Matt Carney. amigos del matador Antonio Ordóñez, y que inspiraron a James Michener su novela Hijos de Torremolinos. Sin olvidar, en la misma plaza, el tablao El Jaleo, del que hablaremos después
Fue la calle Cauce la de los múltiples restaurantes: Pulcinella, Hong Kong, La Penca, El Bodegón.
En los bajos del edificio San Enrique estuvo abierto el Caf’Conç, un cabaret a semejanza de los de París, con decoración art-noveau, y que contaba con espectáculos y la presencia del pianista Georges.
En La Nogalera se ubicó el club y restaurante King´s club, propiedad del príncipe Alfonso de Hohenlohe: era de máxima categoría y los cubiertos eran de planta. Debajo se ubicó el bar, Poker club. Otros negocios en La Nogalera fueron Club 27 de Giovanni Vanoni, la cafetería de lujo Bagatelle, y la pequeña pero famosa pastelería belga A la Reine Astrid. El pueblo andaluz de La Nogalera congregó buenos restaurantes: La Gran Taberna, La Rueda, El Gato Viudo, El Igueldo, Estocolmo, La Vaca Sentada. En 1970 se inauguró la cafetería Javi, propiedad de Francisco Juárez, y abierta hasta fecha reciente.
En la bajada a la playa ha estado hasta hace poco The Red Lion, inaugurado en 1975 y ahora convertido en un solar.
Ya en los años sesenta hubo locales con un público predominantemente gay como La Boquilla propiedad de una judía norteamericana con un abuelo de Triana, y que era frecuentado, entre otros, por los modistos Herrero y Ollero, acompañados a veces de una jovencísima Nati Abascal y en alguna ocasión por Sara Montiel; El Fauno, abierto por una señora inglesa en memoria de su fallecido hijo gay; Las Cuevas de Aladino, Apollo, Algunos efímeros, como el como Gogó que solo duró un mes a causa de las redadas policiales de 1971. También La Sirena en el pasaje Begoña, frecuentado en otros por la cantante Mikaela; La Cacerola abierto por Juanele en el pueblo andaluz de La Nogalera, antes de su famoso bar que llevaba su nombre; y Villa Ariel, un chalecito en Montemar donde dos hombres podían bailar agarrados. Tras las redadas de 1971 casi todos los bares gays del pasaje Begoña cerraron y muchos homosexuales se refugieron en el Holanda bar en dicho pasaje, aunque no era específicamente de ambiente gay.
La Guía Secreta de la Costa del Sol, suma otros locales de público preferentemente gay, que permanecieron durante los años setenta pese a las eventuales redadas en la época, fueron El Potro pequeño local de techo muy bajo y barra de madera con fondo de espejos, ubicado en el pasaje de la Gitanilla; Pourquoi pas? (del que hablaremos más adelante) en La Nogalera. Juanele situado en la plaza de Andalucía en un piso sobre el restaurante francés Chez Vous; Juanele había sido bailarín de ballet español y tuvo que retirarse de la danza por problemas de corazón. Bavaria, (emplazado detrás del “Mach One”) y Bolero, que los cronistas recuerdan presidido por un gran abanico y decorado con pésimo gusto.
La zona residencial de Montemar fue también un lugar preferente de diversión. Cleopatra en la avenida Carlota Alessandri, fue una sala de fiestas emblema de los años setenta. Construida sobre el lugar donde estuvo la sala de fiestas El Copo, no fue la más grande, tampoco la de más etiqueta ni la que contó con mayores medios. Pero sin duda fue una de las más divertidas y representativas de la excentricidad de la Costa del Sol. Cuentan que, tras su inauguración en 1971, un auténtico séquito egipcio, con una cuádriga, esclavas, porteadores y la propia reina egipcia llevada a hombros sobre una silla de manos, repartían la publicidad del local en las playas de Torremolinos; la chica que hacía de Cleopatra se llama Ana Veijola y era la cantante finlandesa de la orquesta Unión Express. La oferta de esta sala de fiestas incluía siempre una orquesta y un cantante, un espectáculo de flamenco, un ballet contemporáneo y algún ilusionista. Allí se realizaron los primeros strip-tease, y Nadiuska ejerció como excepcional relaciones públicas en alguna de sus fiestas. La sala estaba entelada y enmoquetada en color rojo y se entraba a ella a través de una gigantesca cabeza de la reina Cleopatra, dorada y con pedrería.
Tiffany´s fue sin duda una de las discotecas más populares de los años setenta. No solo frecuentada por turistas: te encontrabas allí, según testimonios, «a toda Málaga». Tiffany´s tenía una arquitectura exterior encalada típicamente andaluza, y su interior era muy espacioso y moderno, con muchas luces moradas y naranjas, bolas de espejos y go-gós bailando. Las mesitas, bajas y redondas, se repartían alrededor de una gran pista circular, con una llamativa barra en forma de «S». Hubo a la entrada de la discoteca una gran jaula con palomas. Su emblema se popularizó en llaveros, camisetas, adhesivos para el coche.
En Tabú, discoteca con un logotipo de tótem, los más jóvenes, especialmente extranjeros, bailaban música pop y rock hasta el amanecer.
Metro Club, propiedad de Raymond Kouby, judío de Casablanca, fue uno de los locales mejor instalados de la Costa del Sol. Decoración ferroviaria muy original, a base de madera remachada con metales dorados, con vagones de tren en su interior. Tenía dos barras. Sus clientes eran predominantemente españoles entre 25 y 50 años: veraneantes de la alta buguesía y malagueños acomodados. Cuando decayó su público pasó a la discoteca Madson de Benalmádena, del mismo propietario que la sala de fiestas El Madrigal.
La discoteca Number One, ya en los 70 y 80 tuvo un público entusiasta y malagueño.
En La Carihuela estuvo desde finales de los 50 El pirata, era la casa de un marengo adaptada a bar-discoteca-tablao, y cerró en 1962. El conjunto Carihuela Palace tuvo su propio night club y también su cine.
Fue La Carihuela, más adelante, el lugar preferido de los hippies. Tres fueron los principales locales frecuentados por esa generación del pacifismo, las flores y la libertad sexual: Old Crow, Fat black pussy cat y Fígaro, decorados con collages y velas. En ellos, según la Guía Secreta de la Costa del Sol, se fumaba “hierba”. Fat black pussy cat era regentado por Duke y Stephany Duffy.
En Playamar estuvo la discoteca Bounty, de corta vida. Y también el Isabella´s Club, perteciente al hotel homónimo, frecuentado por lo «niños bien» de Málaga.
En los bajos de La Colina estuvo el Piano Club.
En 1973 se inauguró la sala de fiestas Los Violines, ubicada en la urbanización Las Estrellas, a la entrada del casco urbano de Torremolinos. Compaginó elegantes actuaciones con atrevidos estriptís. El presentador era Larry Volf, propietario de un cadillac blanco, y que después estuvo muchos años trabajando en la sala del Casino de Torrequebrada. Entre los ballets que actuaban en Los Violines estaba el de Nacho Arrieta, con una jovencísima vedette llamada Norma Duval.
Y no podemos nuestro viaje al pasado sin enumerar los tablaos. La Costa del Sol no sería la misma sin el flamenco-show. El tipismo complementaba la oferta de playa y discoteca y sus tablaos, algo kitsch, resultaban imprescindibles para los turistas. Cuántos suecos, norteamericanos o finlandeses, con gracia más que discutible, se arrancaron al baile en noches de juerga flamenca. Varios tablaos hicieron historia en Torremolinos, sobre todo El Jaleo, inaugurado en 1965 y propiedad de unos judíos de Casablanca, dirigido durante años por la famosa Mariquilla y su marido Luis Javier Garrido, y en el que actuaron figuras destacadas del cante jondo como Camarón, Fosforito, Habichuela, Manuela Carrasco y El Carrete. Ubicado en la plaza de la Gamba Alegre, «El Jaleo» continúa aún hoy abierto con el nombre de Tablao de Pepe López. También se mantiene abierto el conocido tablao del Tano. Otros famosos lugares dedicados al flamenco en Torremolinos, hoy desaparecidos, fueron La Bodega Andaluza del italiano Armando Mongelli (luego transformada en Le Bilboquet), El Piyayo, y Las Cuevas de la Alhambra, en el pasaje entonces llamado Emilio Esteban, donde bailaron, entre otros, La Chunga y La Contrahecha. Y la sucursal veraniega del tablao Las Brujas de Madrid, ubicado en un local cedido por el hotel Pez Espada, y que contaba con La Polaca en su elenco. No podemos hablar de los locales históricos de flamenco en la Costa del Sol sin trasladarnos, en la distancia y el tiempo, a Marbella, donde estuvo ubicada La Pagoda Gitana, un tablao ¡en forma de pagoda!, que imitaba el pabellón que construyó China en una feria internacional celebrada en Casablanca.
Locales que permanecen abiertos:
A continuación enumeramos los supervivientes: hay varios bares que han permanecido abiertos desde la época de oro de la Costa del Sol y que cumplen los tres requisitos que hemos fijado para su selección: permanecer con el mismo nombre, ubicación y decoración: “Pourquoi pas?”, “The galloping major”, “El toro” y «Tres Barriles». También permanecen abiertos “Tina´s”, aunque la decoración ha variado algo.
El night-bar Pourquoi pas?, de los más veteranos de Torremolinos, es un pequeño y coqueto local apenas ha cambiado de estética desde su inauguración en verano de 1968, y buena parte de su internacional clientela ha seguido frecuentando la barra que que Mayte Ducoup ha dirigido magistralmente hasta su jubilación en el año 2015.
Pour quoi pas? También contó (siguiendo los pasos de Gunilla´s) con otro local del mismo nombre en Sierra Nevada, cuando la estación de esquí granadina era la prolongación invernal de la eterna fiesta de la Costa del Sol. En plena fiebre de la disco-music (1979), Mayte también se atrevió a inaugurar, a varios metros de su bar, el Why not?, una pequeña sala de fiestas en la que, además de bailar, el cliente asitía a extravagantes espectáculos y divertidas fiestas de disfraces.
En la calle María Barrabino está el magnífico bar The galloping Major (o El Comandante galopando, como ustedes prefieran) con aspecto de tradicional taberna británica, inaugurado en 1964 y que continúa abierto. Su primera propietaria fue Edwina Harley. El actual dueño, Manuel Vega Trigo, que trabajó en el bar desde sus inicios, y su hijo Sergio Vega han mantenido intactos la decoración y el estilo. Es imprescindible visitarlo.
En la misma calle se encuentra Tina´s, antiguo Shelag´s, aunque muy reformado. Recibió en otro tiempo el nombre de Shelagh´s, por su propietaria Shelagh Rainey, luego casada con el honorable Stephen Tennat. Los camareros de Shelagh hacían música con la máquina de café y las cucharillas, siguiendo las canciones de The Beatles.
¿Quién no conoce las gigantescas copas que, llenas de sangría, cerveza u otras bebidas, sirven en el bar El Toro?, local que hace esquina entre la calle San Miguel y la avenida peatonal que da al tren y a La Nogalera. Cuentan que en ese lugar estuvo anteriormente una antigua hostería que en 1925 dio un sarao en honor del Maharajá de Kapurtala, esposo de la bailarina malagueña Anita Delgado. Está presidido el bar por una cabeza de toro y decorado al estilo andaluz, y cuenta con una amplia terraza concurrida todos los días del año. A su espalda se encuentra el clausurado Open Arms.
En el pasaje de Las Gitanillas, permanece abierto el Tres Barriles, o Three Barrels, bar que tradicionalmente tuvo una clientela foránea. Y que en los años 70 fue frecuentado desde por asaltadores de banco británicos a marines norteamericanos
Podemos concluir con algunos sitios para comer que se conservan Lepanto, en calle San Miguel, que continúa pero está muy reformado. Y, en la misma calle, los restaurantes Guerola y La Bodega, que conservan el sabor del Torremolinos mítico.